"La conciencia de la locura", primera obra de Marcos Mosca como solista, nos ofrecía un torbellino en que la transgresión al efecto carcelario de ciertas disposiciones mundanas se concretaba tras una fuga imaginaria en la que tibios coletazos de lucidez se hacían presentes. "Stando", su nueva propuesta, nace del proceso en el que el fuego calma, sin esfumarse por completo, y emergen los primero restos desunidos de una sólida gramática laberíntica. Es así que esta obra no es más ni menos que la transposición de dicho proceso en una irracional historia o viaje en la que emergen las etapas de los desvaríos incendiarios.
Allí, el vapor que decanta del sonido se entromete en el rastreo de autogolpes, a expensas de martillos que abogan por la apertura hasta que, no sin resignación, el aire se abre paso y calma. Para nuevamente recaer, sí, como siempre, como todos, en paseos tumultuosos. Una suerte de infructuosa fe en la osada y rebele inteligencia contestaría; ya con nuevas pseudocalmas que inducen la presunción del despeje de rabias, un clima de constancia rítmica, propone. Avanza seguro, reconoce y desafía riesgos, redobla la apuesta y convoca hasta desintegrarse en multitud.
Pero desde el comienzo explicitábamos los vaivenes psicológicos presentes en el disco. En parte esto se manifiesta cuando mediando el mismo se avizora el renacer de una suerte de monstruosidad “frankesteiniana”. Una criatura huérfana de referencias que se abre paso con intensidad y sin sobresaltos, buscando, desconociendo y actuando desde el cerco del instinto, expuesto al cataclismo de lo desconocido y a que éste sea el comienzo de su destrucción. Para retomar luego la iniciativa más mesurada pero contundente, explayando una suerte de madures melancólica, resignada pero segura en la que el ánimo se desfibra en una suerte de arpegio purificador.
Las últimas propuestas del disco comienzan a reconocer un halo de despedida, de grito pacífico en el que se entrecruzan los karmas pendientes con las alegorías más íntimas y universales. Mientras que en el tema final, en una suerte de concilio de sentidos del término bizarría, se anuncia un logro estelar de consumación del acto concientizador, como anoticiando de la invariante de lo lúdico en toda posición vital. Si busca referencias en ahogos y resurrecciones, este disco, grito, o viaje, se ofrece para tales fines.

Texto: Franco Carbonari.